Visitas del mes pasado a la página

Powered By Blogger

miércoles, 3 de febrero de 2010

Mi querido malecón.


Hoy voy a hablar de algo muy querido para mi, hoy voy a hablar del malecón habanero, de mi querido y siempre recordado malecón.
Cuantas ilusiones, cuantos recuerdos! hemos dejado en sus muros, sentados de frente al mar, ese mar lleno de azules tropicales; el azul del cielo con toques de nubes blancas, el verde azúl del mar con olas rompiendo contra las rocas sin llegar a tocar el muro donde tantos de nosotros hemos pasado una parte de nuestras vidas.
Días de sol y atardeceres llenos de luz, noches llenas de estrellas y frente a nosotros como símbolo de un pasado lejano, un castillo con su faro que guía marinos en la oscuridad y anuncia la entrada a puerto seguro, el Morro de La Habana; junto a él, otro castillo, recuerdo del poderío español en tiempos de la colonia, La Cabaña, fortaleza militar convertida después en cárcel cavada en la roca viva, donde muchos cubanos han sufrido prisión, atroces torturas y un paredón, el paredón de fusilamiento, en el que fusilaban arbitrariamente a los que se atrevían a desafiar el sistema represivo y nefasto que hoy se ensoñorea en mi isla.
Pero hoy no quiero hablar de presos y fusilados, esa será otra historia, hoy quiero hablar de recuerdos de mi niñez y mi juventud, hoy quiero hablar de mi querido malecón.
Me contaba mi madre que antes de que construyeran el muro, siendo muy chica, me llevaba a bañarme en sus pocetas pero de eso no tengo memoria..
Pero si recuerdo como algo muy lejano, a mi padre llevándome de madrugada a respirar aire puro a mi querido muro, allí me acostaba, mi cabeza en sus piernas y me quedaba dormida, después de haber pasado una crisis con mis problemas respiratorios de aquel entonces.
Vienen a mi mente las imagenes de nuestro caminar hacia el antiguo palacio de los deportes a un gran espectáculo circense los días 25 de cada diciembre.
En esos muros, los enamorados se arrullaban, y también jugaban los niños, pescaban unos cuantos y otros compartían su soledad; los marinos paseaban por sus aceras en busca quizás de algún amorío pasajero.
La juventud, fue llegando poco a poco y el malecón habanero se convirtió en paseo obligado cuando no había otra cosa que hacer; ibamos caminando, a veces en compañía de amigas y por supuesto mi madre como la consabida chaperona, en aquella época ninguna muchacha salía sin alguien que la acompañara, no había mucha libertad pero éramos felices así; nos sentabamos en el muro, a mirar cualquier barco que entraba o salía del puerto, esperando tal vez que alguno no obedeciera las órdenes del barquito que llevaba al práctico del puerto y encallara en sus arrecifes, la entrada a la bahía debía hacerla con mucho cuidado procurando no salirse del canal porque si te salías un ápice podía el barco chocar contra las rocas que rodeaban esa entrada.
En el malecón nos sentábamos a platicar, haciendo historias y en espera de algún nuevo enamorado, alguien que se fijara en nosotras y se acercara a conversar.
Recuerdo una tarde en la que se nos acercó un jóven marinero griego, no tenía más de veinte años, balbuceando unas pocas palabras en español, estuvo allí toda la tarde, mirándonos y dirigiéndonos frases que apenas se entendían, cuando oímos el cañonazo de las 9 de la noche nos levantamos para regresar a la casa, nos despedimos pero el nos siguió, y le decía a mi mamá que el quería casarse con señorita cubana y llevarla a su país, eso fue suficiente para que mi mamá levantara banderas de peligro y lo alejara definitivamente.
Días de carnaval, días de fiesta, carrozas, música y alegrías, días de disfraces y de comparsas bailando y llenas de brillantes colores tropicales como mi isla toda.
Mi querido malecón, hoy tus aceras se ven rotas, tus muros, grises y llenos de moho por la falta de atención, pero siempre serás para mi como para millones de habaneros que han paseado por esas aceras y se han sentado en tu muro mirando el mar que nos rodea, la brisa que nos despeina, el azul del cielo y el mar que alegra la vista y el corazón, donde unos han amado y otros han llorado la tristeza de un abandono, donde los niños han jugado y reido, y donde cada habanero ha dejado un pedacito de su corazón, tu siempre serás algo muy especial en nuestras vidas.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario