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sábado, 27 de febrero de 2010

La alegría que nos roba la vida.




Cuando somos jóvenes esa alegría nos viene de forma constante y aunque tengamos etapas duras y tristes, la alegría lucha por salir adelante, y es porque aún perdura la alegría de la niñez que poco a poco nos va abandonando, toda esa inocencia se nos va yendo a medida que pasan los años; pero son tantas las ganas de vivir que tenemos, tanta la energía que queremos gastarla en risas y canciones, son tiempos en los que aún confiamos en los seres humanos, no conocemos la maldad todavía.
Pero todo comienza a cambiar a medida que nos vamos internando en el mundo real, cuando conocemos que hasta los seres que más amamos y en los cuales confiamos son capaces en ciertos momentos de herirnos y causarnos lesiones en el alma que nos han de durar toda la vida.
Poco a poco, vemos como esa alegría casi infantil va desapareciendo y comienza a aparecer otra forma de alegría, aquella que nos arranca una carcajada ante algo cómico pero que después desaparece, y creemos que ser adulto es actuar constantemente con seriedad, aunque muchas veces pensemos para nuestros adentros que querernos reirnos del mundo entero.
Los años siguen pasando y nos damos cuenta que hemos dejado de cantar y que hemos dejado de reir abiertamente, que hoy solo esbozamos una sonrisa y en contadas ocasiones una carcajada.
La vida nos va llenando poquito a poco de amarguras, los golpes que hemos recibido duelen y nos quitan hasta los deseos de vivir; pero no es eso realmente lo que sentimos, son pocos momentos en los que deseamos no vivir, aún mantenemos la esperanza de que la vida no es eso y comenzamos a comprender que somos los seres humanos los que nos echamos a perder esa vida tan preciosa que se nos ha regalado.
Y miramos al cielo, y nos llenamos de luz, nos llenamos de una alegría diferente a aquella que sentíamos en nuestra primera juventud, pero más plena y añoramos nuestro canto, nuestra risa, aquella llena de inocencia cuando aún la vida no había comenzado a querer matarnos el alma.
Una vez leí que siempre que llegábamos a cierta edad en la cual empezábamos a querer ser santos, pero creo que en realidad no queremos ser santos sino que comenzamos a verlo todo de forma diferente, comenzamos a pasar revista a lo que ha sido nuestra vida, comenzamos a analizar actitudes y los errores que hemos cometido; comenzamos a desnudar nuestra alma.
Pasamos revista a todo aquello que nos causó daño, y empezamos a perdonar y a perdonarnos cuando nos damos cuenta de que queremos irnos en paz, que queremos vivir lo que nos queda de vida tranquilos y llenos de sentimientos buenos para con todos aquellos que nos quitaron la alegría y en paz con todos aquellos a los que le quitamos la suya.
Y damos gracias al cielo porque al fin hemos encontrado un poco de paz, y damos las gracias porque hay otros que se van y no han podido hacerlo.
Y ya son otras cosas las que nos dan la felicidad, ya son los nietos, los hijos los que nos dan esos momentos de risa, de alegría aunque otras veces sean ellos mismos los que nos llenen los ojos de lágrimas y hagan que la angustia nos llene el corazón; y tal vez, por que no?, comenzamos a disfrutar de otras pequeñas cosas que en nuestro caminar no habíamos percibido.
Y nustros ojos se llenan de paz cuando miramos al cielo, cuando vemos la grandeza de la creación y nos invade una quietud inmensa, un sentido diferente de lo que es la felicidad después que hemos logrado desembarazarnos de muchos sufrimientos que hemos dejado en el camino; nuestra alma anda más ligera más plena.

jueves, 18 de febrero de 2010

Poesías de amor de José Angel Buesa.


Carta a Usted

Señora:

Según dicen ya tiene usted otro amante.
Lástima que la prisa nunca sea elegante.
Yo sé que no es frecuente que una mujer hermosa,
se resigne a ser viuda, sin haber sido esposa.

Y me parece injusto discutirle el derecho
de compartir sus penas sus goces y su lecho
pero el amor señora cuando llega el olvido
también tiene el derecho de un final distinguido.

Perdón... Si es que la hiere mi reproche... Perdón
aunque sé que la herida no es en el corazón
Y para perdonarme... Piense si hay más despecho
que en lo que yo le digo, que en lo que usted ha hecho.

Pues sepa que una dama con la espalda desnuda
sin luto en una fiesta, puede ser una viuda.
Pero no como tantas de un difunto señor
sino para ella sola, viuda de un gran amor.

Y nuestro amor recuerdo, fue un amor diferente
al menos al principio, ya no, naturalmente.

Usted será el crepúsculo a la orilla del mar,
que según quien lo mire será hermoso o vulgar.
Usted será la flor que según quien la corta,
es algo que no muere o algo que no importa.

O acaso cierta noche de amor y de locura
yo vivía un ensueño y... y usted una aventura.
Si... usted juró cien veces ser para siempre mía
yo besaba sus labios pero no lo creía.

Usted sabe y perdóneme que en ese juramento
influye demasiado la dirección del viento.
Por eso no me extraña que ya tenga otro amante
a quien quizás le jure lo mismo en este instante.

Y como usted señora ya aprendió a ser infiel
a mí así de repente me da pena por él.

Sí es cierto... alguna noche su puerta estuvo abierta
y yo en otra ventana me olvidé de su puerta
O una tarde de lluvia se iluminó mi vida
mirándome en los ojos de una desconocida.

Y también es posible que mi amor indolente
desdeñara su vaso bebiendo en la corriente.
Sin embargo señora... Yo con sed o sin sed
nunca pensaba en otra... si la besaba a usted.

Perdóneme de nuevo si le digo estas cosas
pero ni los rosales dan solamente rosas.
Y no digo estas cosas por usted ni por mí
sino por... por los amores que terminan así.

Pero vea señora... que diferencia había
entre usted que lloraba... y yo que sonreía.
Pues nuestro amor concluye con finales diversos
usted besando a otro... Yo escribiendo estos versos.




Ala y Raíz

Ala y raíz: la eternidad es eso.
Y aquí, de frente al mar, en la ribera,
la vida es como un fruto que cayera
de un alto gajo, por su propio peso.

Ala y raíz. Y el ala, sin regreso,
a la raíz, con sed de primavera:
que así el confín de la emoción viajera
duerme a la sombra del follaje espeso.

(El mar corre descalzo por la arena.
Mi corazón ya casi es sólo mío.
El ancla está aprendiendo a ser antena

y el latido unicorde se hace escala.
Después, libre del tiempo, en el vacío,
Así: ¡mitad raíz y mitad ala!)




Amor Tardío

Tardíamente, en el jardín sombrío,
tardíamente entró una mariposa,
transfigurando en alba milagrosa
el deprimente anochecer de estío.

Y, sedienta de miel y de rocío,
tardíamente en el rosal se posa,
pues ya se deshojó la última rosa
con la primera ráfaga de frío.

Y yo, que voy andando hacia el poniente,
siento llegar maravillosamente,
como esa mariposa, una ilusión;

pero en mi otoño de melancolía,
mariposa de amor, al fin del día,
qué tarde llegas a mi corazón...





Balada del Loco Amor
I

No, nada llega tarde, porque todas las cosas
tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas;
sólo que, a diferencia de la espiga y la flor,
cualquier tiempo es el tiempo de que llegue el amor.
No, Amor no llega tarde. Tu corazón y el mío
saben secretamente que no hay amor tardío.
Amor, a cualquier hora, cuando toca a una puerta,
la toca desde adentro, porque ya estaba abierta.
Y hay un amor valiente y hay un amor cobarde,
pero, de cualquier modo, ninguno llega tarde.

II

Amor, el niño loco de la loca sonrisa,
viene con pasos lentos igual que viene a prisa;
pero nadie está a salvo, nadie, si el niño loco
lanza al azar su flecha, por divertirse un poco.
Así ocurre que un niño travieso se divierte,
y un hombre, un hombre triste, queda herido de muerte.
Y más, cuando la flecha se le encona en la herida,
porque lleva el veneno de una ilusión prohibida.
Y el hombre arde en su llama de pasión, y arde, y arde
Y ni siquiera entonces el amor llega tarde.

III

No, yo no diré nunca qué noche de verano
me estremeció la fiebre de tu mano en mi mano.
No diré que esa noche que sólo a ti te digo
se me encendió en la sangre lo que soñé contigo.
No, no diré esas cosas, y, todavía menos,
la delicia culpable de contemplar tus senos.
Y no diré tampoco lo que vi en tu mirada,
que era como la llave de una puerta cerrada.
Nada más. No era el tiempo de la espiga y la flor,
y ni siquiera entonces llegó tarde el amor.




Canción de la Búsqueda

Todavía te busco mujer que busco en vano,
mujer que tantas veces cruzaste mi sendero,
sin alcanzarte nunca cuando extendí la mano
y sin que me escucharas cuando dije: "te quiero..."

Y, sin embargo, espero. Y el tiempo pasa y pasa.
Y ya llega el otoño, y espero todavía:
De lo que fue una hoguera sólo queda una brasa,
pero sigo soñando que he de encontrarte un día.

Y quizás, en la sombra de mi esperanza ciega,
si al fin te encuentro un día, me sentiré cobarde,
al comprender, de pronto, que lo que nunca llega
nos entristece menos que lo que llega tarde.

Y sentiré en el fondo de mis manos vacías,
más allá de la bruma de mis ojos huraños,
la ansiedad de las horas convirtiéndose en días
y el horror de los días convirtiéndose en años...

Pues quizás esté mustia tu frente soñadora,
ya sin calor la llama, ya sin fulgor la estrella...
Y al no decir: "¡Es ella!" - como diría ahora -,
seguiré mi camino, murmurando: "Era ella..."





Balada del Mal Amor

Qué lástima muchacha,
que no te pueda amar.
Yo soy un árbol seco que sólo espera el hacha,
y tú un arroyo alegre que sueña con el mar.

Yo eché mi red al río…
Se me rompió la red…
No unas tu vaso lleno con mi vaso vacío,
pues si bebo en tu vaso voy a sentir más sed.

Se besa por el beso,
por amar el amor…
Ese es tu amor de ahora, pero el amor no es eso,
pues sólo nace el fruto cuando muere la flor.

Amar es tan sencillo,
tan sin saber por qué…
Pero así como pierde la moneda su brillo,
el alma, poco a poco, va perdiendo su fe.

¡Qué lástima muchacha,
que no te pueda amar!
Hay velas que se rompen a la primera racha,
¡y hay tantas velas rotas en el fondo del mar!

Pero aunque toda herida
deja una cicatriz,
no importa la hoja seca de una rama florida,
si el dolor de esa hoja no llega a la raíz.

La vida, llama o nieve,
es un molino que
va moliendo en sus aspas el viento que lo mueve,
triturando el recuerdo de lo que ya se fue…

Ya lo mío fue mío,
y ahora voy al azar…
Si una rosa es más bella mojada de rocío,
el golpe de la lluvia la puede deshojar…

Tuve un amor cobarde.
Lo tuve y lo perdí…
Para tu amor temprano ya es demasiado tarde,
porque en mi alma anochece lo que amanece en ti.

El viento hincha la vela, pero la deshilacha,
y el agua de los ríos se hace amarga en el mar…
¡Qué lástima muchacha,
que no te pueda amar!




Canción del Amor Lejano

Ella no fue, entre todas, la más bella,
pero me dio el amor más hondo y largo.
Otras me amaron más; y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.

Acaso fue porque la amé de lejos,
como una estrella desde mi ventana...
Y la estrella que brilla más lejana
nos parece que tiene más reflejos.

Tuve su amor como una cosa ajena
como una playa cada vez más sola,
que únicamente guarda de la ola
una humedad de sal sobre la arena.

Ella estuvo en mis brazos sin ser mía,
como el agua en cántaro sediento,
como un perfume que se fue en el viento
y que vuelve en el viento todavía.

Me penetró su sed insatisfecha
como un arado sobre llanura,
abriendo en su fugaz desgarradura
la esperanza feliz de la cosecha.

Ella fue lo cercano en lo remoto,
pero llenaba todo lo vacío,
como el viento en las velas del navío,
como la luz en el espejo roto.

Por eso aún pienso en la mujer aquella,
la que me dio el amor más hondo y largo...
Nunca fue mía. No era la más bella.
Otras me amaron más... Y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.





Así, Verte de Lejos

Así, verte de lejos, definitivamente.
Tú vas con otro hombre, y yo con otra mujer.
Y sí que como el agua que brota de una fuente
aquellos bellos días ya no pueden volver.

Así, verte de lejos y pasar sonriente,
como quien ya no siente lo que sentía ayer,
y lograr que mi rostro se quede indiferente
y que el gesto de hastío parezca de placer.

Así, verte de lejos, y no decirte nada
ni con una sonrisa, ni con una mirada,
y que nunca sospeches cuánto te quiero así.

Porque aunque nadie sabe lo que a nadie le digo,
la noche entera es corta para soñar contigo
y todo el día es poco para pensar en ti.




Poema del Renunciamiento

Pasaras por mi vida sin saber que pasaste.
Pasaras en silencio por mi amor, y al pasar,
fingire una sonrisa, como un dulce contraste
del dolor de quererte ... y jamas lo sabrás.
Soñare con el nacar virginal de tu frente;
soñare con tus ojos de esmeraldas de mar;
soñare con tus labios desesperadamente;
soñare con tus besos ... y jamás lo sabrás.
Quizas pases con otro que te diga al oido
esas frases que nadie como yo te dirá;
y, ahogando para siempre mi amor inadvertido,
te amare más que nunca ... y jamás lo sabrás.
Yo te amare en silencio, como algo inaccesible,
como un sueño que nunca lograré realizar;
y el lejano perfume de mi amor imposible
rozará tus cabellos ... y jamás lo sabrás.
Y si un día una lágrima denuncia mi tormento,
-- el tormento infinito que te debo ocultar --
te diré sonriente: "No es nada ... ha sido el viento".
Me enjugaré la lágrima ... ¡y jamás lo sabrás!




Poema del Fracaso

Mi corazón, un día, tuvo un ansia suprema,
que aún hoy lo embriaga cual lo embriagara ayer;
Quería aprisionar un alma en un poema,
y que viviera siempre... Pero no pudo ser.
Mi corazón, un día, silenció su latido,
y en plena lozanía se sintió envejecer;
Quiso amar un recuerdo más fuerte que el olvido
y morir recordando... Pero no pudo ser.
Mi corazón, un día, soñó un sueño sonoro,
en un fugaz anhelo de gloria y de poder;
Subió la escalinata de un palacio de oro
y quiso abrir las puertas... Pero no pudo ser.
Mi corazón, un día, se convirtió en hoguera,
por vivir plenamente la fiebre del placer;
Ansiaba el goce nuevo de una emoción cualquiera,
un goce para el solo... Pero no pudo ser.
Y hoy llegas tu a mi vida, con tu sonrisa clara,
con tu sonrisa clara, que es un amanecer;
y ante el sueño más dulce que nunca antes soñara,
quiero vivir mi sueño... Pero no puede ser.
Y he de decirte adiós para siempre, querida,
sabiendo que te alejas para nunca volver,
Quisiera retenerte para toda la vida...
Pero no puede ser! Pero no puede ser!




Poema de la Despedida

Te digo adiós si acaso te quiero todavía
Quizas no he de olvidarte... Pero te digo adiós
No se si me quisiste... No se si te quería
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.
Este cariño triste y apasionado y loco
Me lo sembré en el alma para quererte a tí.
No se si te amé mucho... No se si te amé poco,
Pero si sé que nunca volvere a amar así.
Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo
Y el corazón me dice que no te olvidaré.
Pero al quedarme solo... Sabiendo que te pierdo,
Tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.
Te digo adiós y acaso con esta despedida
Mi más hermoso sueño muere dentro de mí.
Pero te digo adiós para toda la vida,
Aunque toda la vida siga pensando en tí.




Ya era muy Viejecita

Ya era muy viejecita... Y un año y otro año
se fue quedando sola con su tiempo sin fin.
Sola con su sonrisa de que nada hace daño,
sola como una hermana mayor en su jardín.
Se fue quedando sola con los brazos abiertos,
que es como crucifican los hijos que se van,
con su suave manera de cruzar los cubiertos,
y aquel olor a limpio de sus batas de holán.
Déjenme recordarla con su vals en el piano,
como yéndose un poco con lo que se le fue;
y con qué pesadumbre se mira la mano
cuando le tintineaba su taza de café.
Se fue quedando sola, sola... sola en su mesa,
en su casita blanca y en su lento sillón;
y si alguien no conoce que soledad es esa,
no sabe cuánta muerte cabe en un corazón.
Y diré que en la tarde de aquel viernes con rosas,
en aquel "hasta pronto" que fue un adiós final,
aprendí que unas manos pueden ser mariposas,
dos mariposas tristes volando en su portal.
Sé que murió de noche. No quiero saber cuándo.
Nadie estaba con ella, nadie, cuando murió:
Ni su hijo Guillermo, ni su hijo Fernando,
ni el otro, el vagabundo sin patria, que soy yo.





Canción del Viaje

Recuerdo un pueblo triste y una noche de frío
y las iluminadas ventanillas de un tren.
Y aquel tren que partía se llevaba algo mío,
ya no recuerdo cuando, ya no recuerdo quien.
Pero sí que fue un viaje para toda la vida
y que el último gesto, fue un gesto de desdén,
porque dejó olvidado su amor sin despedida
igual que una maleta tirada en el andén.
Y así, mi amor inútil, con su inútil reproche,
se acurrucó en su olvido, que fue inútil también.
Como esos pueblos tristes, donde llueve de noche,
como esos pueblos tristes, donde no para el tren.




Nocturno IV

Así estás todavía de pie bajo la lluvia,
bajo la clara lluvia de una noche de invierno.
De pie bajo la lluvia me llega tu sonrisa,
de pie bajo la lluvia te encuentra mi recuerdo.
Siempre he de recordarte de pie bajo la lluvia,
con un polvo de estrellas muriendo en tus cabellos
y tu voz que nacía del fondo de tus ojos
y tus manos cansadas que se iban en el viento
y aquel cielo de plomo y el rumor de los árboles
y la hoja aquella que te cayó en el seno
y el rocío nocturno dormido en tus pestañas
y engarzando diamantes en tu vestido negro.
Así estás todavía lejanamente cerca
desde tu lejanía de sombra y de silencio.
Mi corazón te llama de pie bajo la lluvia,
de pie bajo la lluvia te acercas en el sueño.
La vida es tan pequeña que cabe en una noche.
Quizá fue que en la sombra me encontré con tu beso
y por eso me envuelve, de pie bajo la lluvia,
el sabor de tu boca y el olor de tu cuerpo.
Si, me has dejado triste porque pienso que acaso
ya no estarás conmigo cuando llueva de nuevo.
Y no he de verte entonces de pie bajo la lluvia
con las manos temblando de frío y de deseo.
Pero aunque habrá otras noches cargadas de perfumes
y otras mujeres, y otras, a lo largo del tiempo,
siempre he de recordarte de pie bajo la lluvia,
bajo la lluvia clara de una noche de invierno...




ELEGÍA PARA MÍ Y PARA TÍ

Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y tú te irás borrando lentamente de mi sueño.
Un año y otro año caerán como hojas secas
de las ramas del árbol milenario del tiempo,
y tu sonrisa, llena de claridad de aurora,
se alejará en la sombra creciente del recuerdo.

Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y quizá, poco a poco, dejaré de hacer versos,
bajo el vulgar agobio de la rutina diaria,
de las desilusiones y los aburrimientos.
Tú, que nunca soñaste mas que cosas posibles,
dejarás, poco a poco, de mirarte al espejo.

Acaso nos veremos un día, casualmente,
al cruzar una calle, y nos saludaremos.
Yo pensaré quizá: "Qué linda es todavía."
Tú quizá pensarás: "Se está poniendo viejo"
Tú irás sola, o con otro. Yo iré solo o con otra.
o tú irás con un hijo que debiera ser nuestro.

Y seguirá muriendo la vida, año tras año,
igual que un río oscuro que corre hacia el silencio.
Un amigo, algún día, me dirá que te ha visto,
o una canción de entonces me traerá tu recuerdo.
Y en estas noches tristes de quietud y de estrellas,
pensaré en ti un instante, pero cada vez menos....

Y pasará la vida. Yo seguiré soñando;
pero ya no habrá un nombre de mujer en mi sueño.
Yo ya te habré olvidado definitivamente
y sobre mis rodillas retozarán mis nietos.
(Y quizá, para entonces, al cruzar una calle,
nos vimos frente a frente, ya sin reconocernos.

Y una tarde de sol me cubrirán de tierra,
las manos para siempre cruzadas sobre el pecho.
Tú, con los ojos tristes y los cabellos blancos,
te pasarás las horas bostezando y tejiendo.
Y cada primavera renacerán las rosa,
aunque ya tú estés vieja, y aunque yo me haya muerto.



POEMA DE LA CULPA

Yo la amé, y era de otro, que también la quería.
Perdónala Señor, porque la culpa es mía.
Después de haber besado sus cabellos de trigo,
nada importa la culpa, pues no importa el castigo.

Fue un pecado quererla, Señor, y, sin embargo
mis labios están dulces por ese amor amargo.
Ella fue como un agua callada que corría...
Si es culpa tener sed, toda la culpa es mía.

Perdónala Señor, tú que le diste a ella
su frescura de lluvia y esplendor de estrella.
Su alma era transparente como un vaso vacío:
yo lo llené de amor. Todo el pecado es mío.

Pero, ¿cómo no amarla, si tú hicistes que fuera
turbadora y fragante como la primavera?
¿Cómo no haberla amado, si era como el rocío
sobre la yerba seca y ávida del estío?

Trataré de rechazarla, Señor, inútilmente,
como un surco que intenta rechazar el simiente.
Era de otro. Era de otro que no la merecía,
y por eso, en sus brazos, seguía siendo mía.

Era de otro, Señor, pero hay cosas sin dueño:
las rosas y los ríos, y el amor y el ensueño.
Y ella me dio su amor como se da una rosa
como quien lo da todo, dando tan poca cosa...

Una embriaguez extraña nos venció poco a poco:
ella no fue culpable, Señor... ni yo tampoco
La culpa es toda tuya, porque la hiciste bella
y me diste los ojos para mirarla a ella.

Sí, nuestra culpa es tuya, si es una culpa amar
y si es culpa de un río cuando corre hacia el amar.
Es tan bella, Señor, y es tan suave, y tan clara,
que sería pecado mayor si no la amara.

Y por eso, perdóname, Señor, porque es tan bella,
que tú, que hicistes el agua, y la flor, y la estrella,
tú, que oyes el lamento de este dolor sin nombre,
tú también la amarías, ¡si pudieras ser hombre.





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Poemas de:
José Ángel Buesa



ÍNDICE
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Carta a Usted Ala y Raiz
Amor Tardio Balada del Loco Amor
Canción de la Búsqueda Balada del Mal Amor
Canción del Amor Lejano Asi Verte de Lejos
Poema del Renunciamiento Poema del Fracaso
Poema de la Despedida Ya era muy Viejecita
Canción del Viaje Nocturno IV
Elegía de Mí para Tí Poema de la Culpa

Carta a Usted
Señora:

Según dicen ya tiene usted otro amante.
Lástima que la prisa nunca sea elegante.
Yo sé que no es frecuente que una mujer hermosa,
se resigne a ser viuda, sin haber sido esposa.

Y me parece injusto discutirle el derecho
de compartir sus penas sus goces y su lecho
pero el amor señora cuando llega el olvido
también tiene el derecho de un final distinguido.

Perdón... Si es que la hiere mi reproche... Perdón
aunque sé que la herida no es en el corazón
Y para perdonarme... Piense si hay más despecho
que en lo que yo le digo, que en lo que usted ha hecho.

Pues sepa que una dama con la espalda desnuda
sin luto en una fiesta, puede ser una viuda.
Pero no como tantas de un difunto señor
sino para ella sola, viuda de un gran amor.

Y nuestro amor recuerdo, fue un amor diferente
al menos al principio, ya no, naturalmente.

Usted será el crepúsculo a la orilla del mar,
que según quien lo mire será hermoso o vulgar.
Usted será la flor que según quien la corta,
es algo que no muere o algo que no importa.

O acaso cierta noche de amor y de locura
yo vivía un ensueño y... y usted una aventura.
Si... usted juró cien veces ser para siempre mía
yo besaba sus labios pero no lo creía.

Usted sabe y perdóneme que en ese juramento
influye demasiado la dirección del viento.
Por eso no me extraña que ya tenga otro amante
a quien quizás le jure lo mismo en este instante.

Y como usted señora ya aprendió a ser infiel
a mí así de repente me da pena por él.

Sí es cierto... alguna noche su puerta estuvo abierta
y yo en otra ventana me olvidé de su puerta
O una tarde de lluvia se iluminó mi vida
mirándome en los ojos de una desconocida.

Y también es posible que mi amor indolente
desdeñara su vaso bebiendo en la corriente.
Sin embargo señora... Yo con sed o sin sed
nunca pensaba en otra... si la besaba a usted.

Perdóneme de nuevo si le digo estas cosas
pero ni los rosales dan solamente rosas.
Y no digo estas cosas por usted ni por mí
sino por... por los amores que terminan así.

Pero vea señora... que diferencia había
entre usted que lloraba... y yo que sonreía.
Pues nuestro amor concluye con finales diversos
usted besando a otro... Yo escribiendo estos versos.




Ala y Raíz

Ala y raíz: la eternidad es eso.
Y aquí, de frente al mar, en la ribera,
la vida es como un fruto que cayera
de un alto gajo, por su propio peso.

Ala y raíz. Y el ala, sin regreso,
a la raíz, con sed de primavera:
que así el confín de la emoción viajera
duerme a la sombra del follaje espeso.

(El mar corre descalzo por la arena.
Mi corazón ya casi es sólo mío.
El ancla está aprendiendo a ser antena

y el latido unicorde se hace escala.
Después, libre del tiempo, en el vacío,
Así: ¡mitad raíz y mitad ala!)




Amor Tardío

Tardíamente, en el jardín sombrío,
tardíamente entró una mariposa,
transfigurando en alba milagrosa
el deprimente anochecer de estío.

Y, sedienta de miel y de rocío,
tardíamente en el rosal se posa,
pues ya se deshojó la última rosa
con la primera ráfaga de frío.

Y yo, que voy andando hacia el poniente,
siento llegar maravillosamente,
como esa mariposa, una ilusión;

pero en mi otoño de melancolía,
mariposa de amor, al fin del día,
qué tarde llegas a mi corazón...





Balada del Loco Amor
I

No, nada llega tarde, porque todas las cosas
tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas;
sólo que, a diferencia de la espiga y la flor,
cualquier tiempo es el tiempo de que llegue el amor.
No, Amor no llega tarde. Tu corazón y el mío
saben secretamente que no hay amor tardío.
Amor, a cualquier hora, cuando toca a una puerta,
la toca desde adentro, porque ya estaba abierta.
Y hay un amor valiente y hay un amor cobarde,
pero, de cualquier modo, ninguno llega tarde.

II

Amor, el niño loco de la loca sonrisa,
viene con pasos lentos igual que viene a prisa;
pero nadie está a salvo, nadie, si el niño loco
lanza al azar su flecha, por divertirse un poco.
Así ocurre que un niño travieso se divierte,
y un hombre, un hombre triste, queda herido de muerte.
Y más, cuando la flecha se le encona en la herida,
porque lleva el veneno de una ilusión prohibida.
Y el hombre arde en su llama de pasión, y arde, y arde
Y ni siquiera entonces el amor llega tarde.

III

No, yo no diré nunca qué noche de verano
me estremeció la fiebre de tu mano en mi mano.
No diré que esa noche que sólo a ti te digo
se me encendió en la sangre lo que soñé contigo.
No, no diré esas cosas, y, todavía menos,
la delicia culpable de contemplar tus senos.
Y no diré tampoco lo que vi en tu mirada,
que era como la llave de una puerta cerrada.
Nada más. No era el tiempo de la espiga y la flor,
y ni siquiera entonces llegó tarde el amor.




Canción de la Búsqueda

Todavía te busco mujer que busco en vano,
mujer que tantas veces cruzaste mi sendero,
sin alcanzarte nunca cuando extendí la mano
y sin que me escucharas cuando dije: "te quiero..."

Y, sin embargo, espero. Y el tiempo pasa y pasa.
Y ya llega el otoño, y espero todavía:
De lo que fue una hoguera sólo queda una brasa,
pero sigo soñando que he de encontrarte un día.

Y quizás, en la sombra de mi esperanza ciega,
si al fin te encuentro un día, me sentiré cobarde,
al comprender, de pronto, que lo que nunca llega
nos entristece menos que lo que llega tarde.

Y sentiré en el fondo de mis manos vacías,
más allá de la bruma de mis ojos huraños,
la ansiedad de las horas convirtiéndose en días
y el horror de los días convirtiéndose en años...

Pues quizás esté mustia tu frente soñadora,
ya sin calor la llama, ya sin fulgor la estrella...
Y al no decir: "¡Es ella!" - como diría ahora -,
seguiré mi camino, murmurando: "Era ella..."





Balada del Mal Amor

Qué lástima muchacha,
que no te pueda amar.
Yo soy un árbol seco que sólo espera el hacha,
y tú un arroyo alegre que sueña con el mar.

Yo eché mi red al río…
Se me rompió la red…
No unas tu vaso lleno con mi vaso vacío,
pues si bebo en tu vaso voy a sentir más sed.

Se besa por el beso,
por amar el amor…
Ese es tu amor de ahora, pero el amor no es eso,
pues sólo nace el fruto cuando muere la flor.

Amar es tan sencillo,
tan sin saber por qué…
Pero así como pierde la moneda su brillo,
el alma, poco a poco, va perdiendo su fe.

¡Qué lástima muchacha,
que no te pueda amar!
Hay velas que se rompen a la primera racha,
¡y hay tantas velas rotas en el fondo del mar!

Pero aunque toda herida
deja una cicatriz,
no importa la hoja seca de una rama florida,
si el dolor de esa hoja no llega a la raíz.

La vida, llama o nieve,
es un molino que
va moliendo en sus aspas el viento que lo mueve,
triturando el recuerdo de lo que ya se fue…

Ya lo mío fue mío,
y ahora voy al azar…
Si una rosa es más bella mojada de rocío,
el golpe de la lluvia la puede deshojar…

Tuve un amor cobarde.
Lo tuve y lo perdí…
Para tu amor temprano ya es demasiado tarde,
porque en mi alma anochece lo que amanece en ti.

El viento hincha la vela, pero la deshilacha,
y el agua de los ríos se hace amarga en el mar…
¡Qué lástima muchacha,
que no te pueda amar!




Canción del Amor Lejano

Ella no fue, entre todas, la más bella,
pero me dio el amor más hondo y largo.
Otras me amaron más; y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.

Acaso fue porque la amé de lejos,
como una estrella desde mi ventana...
Y la estrella que brilla más lejana
nos parece que tiene más reflejos.

Tuve su amor como una cosa ajena
como una playa cada vez más sola,
que únicamente guarda de la ola
una humedad de sal sobre la arena.

Ella estuvo en mis brazos sin ser mía,
como el agua en cántaro sediento,
como un perfume que se fue en el viento
y que vuelve en el viento todavía.

Me penetró su sed insatisfecha
como un arado sobre llanura,
abriendo en su fugaz desgarradura
la esperanza feliz de la cosecha.

Ella fue lo cercano en lo remoto,
pero llenaba todo lo vacío,
como el viento en las velas del navío,
como la luz en el espejo roto.

Por eso aún pienso en la mujer aquella,
la que me dio el amor más hondo y largo...
Nunca fue mía. No era la más bella.
Otras me amaron más... Y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.





Así, Verte de Lejos

Así, verte de lejos, definitivamente.
Tú vas con otro hombre, y yo con otra mujer.
Y sí que como el agua que brota de una fuente
aquellos bellos días ya no pueden volver.

Así, verte de lejos y pasar sonriente,
como quien ya no siente lo que sentía ayer,
y lograr que mi rostro se quede indiferente
y que el gesto de hastío parezca de placer.

Así, verte de lejos, y no decirte nada
ni con una sonrisa, ni con una mirada,
y que nunca sospeches cuánto te quiero así.

Porque aunque nadie sabe lo que a nadie le digo,
la noche entera es corta para soñar contigo
y todo el día es poco para pensar en ti.




Poema del Renunciamiento

Pasaras por mi vida sin saber que pasaste.
Pasaras en silencio por mi amor, y al pasar,
fingire una sonrisa, como un dulce contraste
del dolor de quererte ... y jamas lo sabrás.
Soñare con el nacar virginal de tu frente;
soñare con tus ojos de esmeraldas de mar;
soñare con tus labios desesperadamente;
soñare con tus besos ... y jamás lo sabrás.
Quizas pases con otro que te diga al oido
esas frases que nadie como yo te dirá;
y, ahogando para siempre mi amor inadvertido,
te amare más que nunca ... y jamás lo sabrás.
Yo te amare en silencio, como algo inaccesible,
como un sueño que nunca lograré realizar;
y el lejano perfume de mi amor imposible
rozará tus cabellos ... y jamás lo sabrás.
Y si un día una lágrima denuncia mi tormento,
-- el tormento infinito que te debo ocultar --
te diré sonriente: "No es nada ... ha sido el viento".
Me enjugaré la lágrima ... ¡y jamás lo sabrás!




Poema del Fracaso

Mi corazón, un día, tuvo un ansia suprema,
que aún hoy lo embriaga cual lo embriagara ayer;
Quería aprisionar un alma en un poema,
y que viviera siempre... Pero no pudo ser.
Mi corazón, un día, silenció su latido,
y en plena lozanía se sintió envejecer;
Quiso amar un recuerdo más fuerte que el olvido
y morir recordando... Pero no pudo ser.
Mi corazón, un día, soñó un sueño sonoro,
en un fugaz anhelo de gloria y de poder;
Subió la escalinata de un palacio de oro
y quiso abrir las puertas... Pero no pudo ser.
Mi corazón, un día, se convirtió en hoguera,
por vivir plenamente la fiebre del placer;
Ansiaba el goce nuevo de una emoción cualquiera,
un goce para el solo... Pero no pudo ser.
Y hoy llegas tu a mi vida, con tu sonrisa clara,
con tu sonrisa clara, que es un amanecer;
y ante el sueño más dulce que nunca antes soñara,
quiero vivir mi sueño... Pero no puede ser.
Y he de decirte adiós para siempre, querida,
sabiendo que te alejas para nunca volver,
Quisiera retenerte para toda la vida...
Pero no puede ser! Pero no puede ser!




Poema de la Despedida

Te digo adiós si acaso te quiero todavía
Quizas no he de olvidarte... Pero te digo adiós
No se si me quisiste... No se si te quería
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.
Este cariño triste y apasionado y loco
Me lo sembré en el alma para quererte a tí.
No se si te amé mucho... No se si te amé poco,
Pero si sé que nunca volvere a amar así.
Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo
Y el corazón me dice que no te olvidaré.
Pero al quedarme solo... Sabiendo que te pierdo,
Tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.
Te digo adiós y acaso con esta despedida
Mi más hermoso sueño muere dentro de mí.
Pero te digo adiós para toda la vida,
Aunque toda la vida siga pensando en tí.




Ya era muy Viejecita

Ya era muy viejecita... Y un año y otro año
se fue quedando sola con su tiempo sin fin.
Sola con su sonrisa de que nada hace daño,
sola como una hermana mayor en su jardín.
Se fue quedando sola con los brazos abiertos,
que es como crucifican los hijos que se van,
con su suave manera de cruzar los cubiertos,
y aquel olor a limpio de sus batas de holán.
Déjenme recordarla con su vals en el piano,
como yéndose un poco con lo que se le fue;
y con qué pesadumbre se mira la mano
cuando le tintineaba su taza de café.
Se fue quedando sola, sola... sola en su mesa,
en su casita blanca y en su lento sillón;
y si alguien no conoce que soledad es esa,
no sabe cuánta muerte cabe en un corazón.
Y diré que en la tarde de aquel viernes con rosas,
en aquel "hasta pronto" que fue un adiós final,
aprendí que unas manos pueden ser mariposas,
dos mariposas tristes volando en su portal.
Sé que murió de noche. No quiero saber cuándo.
Nadie estaba con ella, nadie, cuando murió:
Ni su hijo Guillermo, ni su hijo Fernando,
ni el otro, el vagabundo sin patria, que soy yo.





Canción del Viaje

Recuerdo un pueblo triste y una noche de frío
y las iluminadas ventanillas de un tren.
Y aquel tren que partía se llevaba algo mío,
ya no recuerdo cuando, ya no recuerdo quien.
Pero sí que fue un viaje para toda la vida
y que el último gesto, fue un gesto de desdén,
porque dejó olvidado su amor sin despedida
igual que una maleta tirada en el andén.
Y así, mi amor inútil, con su inútil reproche,
se acurrucó en su olvido, que fue inútil también.
Como esos pueblos tristes, donde llueve de noche,
como esos pueblos tristes, donde no para el tren.




Nocturno IV

Así estás todavía de pie bajo la lluvia,
bajo la clara lluvia de una noche de invierno.
De pie bajo la lluvia me llega tu sonrisa,
de pie bajo la lluvia te encuentra mi recuerdo.
Siempre he de recordarte de pie bajo la lluvia,
con un polvo de estrellas muriendo en tus cabellos
y tu voz que nacía del fondo de tus ojos
y tus manos cansadas que se iban en el viento
y aquel cielo de plomo y el rumor de los árboles
y la hoja aquella que te cayó en el seno
y el rocío nocturno dormido en tus pestañas
y engarzando diamantes en tu vestido negro.
Así estás todavía lejanamente cerca
desde tu lejanía de sombra y de silencio.
Mi corazón te llama de pie bajo la lluvia,
de pie bajo la lluvia te acercas en el sueño.
La vida es tan pequeña que cabe en una noche.
Quizá fue que en la sombra me encontré con tu beso
y por eso me envuelve, de pie bajo la lluvia,
el sabor de tu boca y el olor de tu cuerpo.
Si, me has dejado triste porque pienso que acaso
ya no estarás conmigo cuando llueva de nuevo.
Y no he de verte entonces de pie bajo la lluvia
con las manos temblando de frío y de deseo.
Pero aunque habrá otras noches cargadas de perfumes
y otras mujeres, y otras, a lo largo del tiempo,
siempre he de recordarte de pie bajo la lluvia,
bajo la lluvia clara de una noche de invierno...




ELEGÍA PARA MÍ Y PARA TÍ

Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y tú te irás borrando lentamente de mi sueño.
Un año y otro año caerán como hojas secas
de las ramas del árbol milenario del tiempo,
y tu sonrisa, llena de claridad de aurora,
se alejará en la sombra creciente del recuerdo.

Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y quizá, poco a poco, dejaré de hacer versos,
bajo el vulgar agobio de la rutina diaria,
de las desilusiones y los aburrimientos.
Tú, que nunca soñaste mas que cosas posibles,
dejarás, poco a poco, de mirarte al espejo.

Acaso nos veremos un día, casualmente,
al cruzar una calle, y nos saludaremos.
Yo pensaré quizá: "Qué linda es todavía."
Tú quizá pensarás: "Se está poniendo viejo"
Tú irás sola, o con otro. Yo iré solo o con otra.
o tú irás con un hijo que debiera ser nuestro.

Y seguirá muriendo la vida, año tras año,
igual que un río oscuro que corre hacia el silencio.
Un amigo, algún día, me dirá que te ha visto,
o una canción de entonces me traerá tu recuerdo.
Y en estas noches tristes de quietud y de estrellas,
pensaré en ti un instante, pero cada vez menos....

Y pasará la vida. Yo seguiré soñando;
pero ya no habrá un nombre de mujer en mi sueño.
Yo ya te habré olvidado definitivamente
y sobre mis rodillas retozarán mis nietos.
(Y quizá, para entonces, al cruzar una calle,
nos vimos frente a frente, ya sin reconocernos.

Y una tarde de sol me cubrirán de tierra,
las manos para siempre cruzadas sobre el pecho.
Tú, con los ojos tristes y los cabellos blancos,
te pasarás las horas bostezando y tejiendo.
Y cada primavera renacerán las rosa,
aunque ya tú estés vieja, y aunque yo me haya muerto.



POEMA DE LA CULPA

Yo la amé, y era de otro, que también la quería.
Perdónala Señor, porque la culpa es mía.
Después de haber besado sus cabellos de trigo,
nada importa la culpa, pues no importa el castigo.

Fue un pecado quererla, Señor, y, sin embargo
mis labios están dulces por ese amor amargo.
Ella fue como un agua callada que corría...
Si es culpa tener sed, toda la culpa es mía.

Perdónala Señor, tú que le diste a ella
su frescura de lluvia y esplendor de estrella.
Su alma era transparente como un vaso vacío:
yo lo llené de amor. Todo el pecado es mío.

Pero, ¿cómo no amarla, si tú hicistes que fuera
turbadora y fragante como la primavera?
¿Cómo no haberla amado, si era como el rocío
sobre la yerba seca y ávida del estío?

Trataré de rechazarla, Señor, inútilmente,
como un surco que intenta rechazar el simiente.
Era de otro. Era de otro que no la merecía,
y por eso, en sus brazos, seguía siendo mía.

Era de otro, Señor, pero hay cosas sin dueño:
las rosas y los ríos, y el amor y el ensueño.
Y ella me dio su amor como se da una rosa
como quien lo da todo, dando tan poca cosa...

Una embriaguez extraña nos venció poco a poco:
ella no fue culpable, Señor... ni yo tampoco
La culpa es toda tuya, porque la hiciste bella
y me diste los ojos para mirarla a ella.

Sí, nuestra culpa es tuya, si es una culpa amar
y si es culpa de un río cuando corre hacia el amar.
Es tan bella, Señor, y es tan suave, y tan clara,
que sería pecado mayor si no la amara.

Y por eso, perdóname, Señor, porque es tan bella,
que tú, que hicistes el agua, y la flor, y la estrella,
tú, que oyes el lamento de este dolor sin nombre,
tú también la amarías, ¡si pudieras ser hombre

Recuerdos.

Eramos tres amigas, Rosita, María Regla y Sonia; ellas
estudiaban música, yo solamente hacía con ellas los estudios de secundaria
pero poco a poco me fuí acostumbrando a sentirme un poco musical también
y cuando iba a visitarlas me sentaba a oirlas practicar el piano, y me maravillaba
al ver como iban avanzando día a día.
Eramos tres amigas, y nos sentíamos un poco mosqueteras, pues cada vez que un profesor
le llamaba la atención a una de nosotras, las otras dos se ponían de pie y soportábamos el aluvión
como algo nuestro. Una vez nos preguntaron el por qué hacíamos eso, y enseguida respondimos casi al unísono
que era por solidaridad; ya después los maestros se adaptaron a esas actitudes nuestras y optaban por aceptarlas.
En una ocasión mandaron a Rosita a salir del aula y las tres nos pusimos de pie y salimos hacia la dirección.
Lástima que la vida nos separara, cada una tomó su camino pero siempre el recuerdo de nuestra amistad siguió vivo.
Juntas íbamos a los bailes, juntas estudiabamos, juntas nos reiamos, nos contábamos de enamorados y de ilusiones
y hacíamos planes para el futuro.
Rosita, una trigueña bonita, de pelo largo y ondeado, de grandes ojos oscuros, delgada, reidora y muy alegre.
María Regla, mestiza clara, de pelo castaño claro, de ojos soñadores, llena de fantasías, enamorada del amor y de la vida
alegre por momentos pero sus ojos siempre mostraban una tristeza escondida.
Sonia, una rubia bonita de ojos azules, siempre enamorada, reidora y amiga de las canciones, llena de ilusiones y fantasías
bailadora y no siempre feliz.
Recuerdo que en nuestra primera escuela al campo, llegamos al campamento de Candelaria alrededor de dos mil muchachas
a trabajar con las plantas de café, muchas de nosotras no sabíamos distinguir la hierba mala de la matica de café, y muchas
veces arrancábamos las dos juntas y riéndonos nos hacíamops cada una cómplices del error.
Los domingos, la única que no tenía visitas era yo, solamente una vez me fueron a ver en los 45 días que estuvimos allí, pero
los padres de Rosita y María Regla se encargaban de llevarme muchas cosas de comer allí y para guardar en la maleta hasta
la visita siguiente; al principio eso me daba deseos de llorar al sentirme casi abandonada, pero después me acostumbré.
Yo asistía a las dos visitas, un rato con una y otro con otra, al final yo era la que salía ganando con los "pertrechos" como le
decíamos a las golosinas que nos dejaban.
En esa época ya yo era novia de Francisco con el que después me casé, el estaba en otro campamento, y de vez en cuando les
daban permiso para ir al campamento de las muchachas, allí nos veíamos, el estaba en tercer año del preuniversitario mientras yo
estaba en el primero.
Rosita estaba enamorada de otro de tercer año, llamado Jorge Luis Piñón, quien sabe que ha sido de el; después que se alejaron
nunca más supimos de el.
María Regla continuaba con su corazoncito vacío, nadie lo ocupó en aquellos tiempos.
Yo fui la primera en casarse, tuve a mi hija Aileen, a los diez meses y después de dos años nos divorciamos.
Rosita fue la segunda, se casó por la Iglesia, fui con mi niña a su boda, lucía preciosa; Rosita se casaba con Stinger, su amor de toda
la vida, supe que tuvo dos hijos varones y que se había idoa vivir a Cienfuegos donde el estaba trabajando como médico.
Muchos años después nos volvimos a encontrar, no se decir cuantos brincos dimos abrazándonos y besándonos tratando de contarnos
rápidamente algo de nuestras vidas, no la volví a ver más.
María Regla, nuestra querida María Regla, mi dulce y buena amiga, la dejé de ver cuando vine los Estados Unidos, no la pude ver más;
y un día leyendo el periódico veo su nombre en la lista de defunciones, traté de averiguar para estar segura de que era ella y no otra del
mismo nombre,algo dentro de mi me decía que era ella, y rezaba porque estuviera equivocada.
En esos días salía la foto de una muchacha muy parecida a ella, con sus mismos ojos soñadores, y así fué que supe que mi instinto no
me había engañado, mi amiga había muerto de un ataque al corazón.
Tres meses antes, habían asesinado a su esposo en un asalto, a su amor, a su único amor y ella no pudo resistir el dolor de perderlo;
me contó su hermana que ella andaba como una demente con las cenizas de él en el carro junto a ella, hasta que alguien le dijo que eso
no podía hacerlo, que tenía que descansar el y descansar ella; pero era demasiado para su corazón enamorado; dicen que se acostó en
la cama y llamó a su primo, cuando éste acudió a verla, llamó al 911 porque nadie le contestaba, cuando entraron ella estaba muerta con
el auricular su lado, cerca de su mano.
Dejó una hija, fruto de su amor; dicen que nadie muere de amor, pero mi dulce María Regla murió de amor, no pudo resistir el dolor de estar
separada de el y esta vez para siempre; yo me la paso preguntándome que si hubiera sabido que estaba aquí, cerca de mi , tal vez hubiera
evitado esa muerte y hoy estaría viva.
Mi querida amiga, mi buena y dulce María Regla, que diferente hubiera sido si hubieses podido al menos estar juntas para así llorar las dos
y ayudarte en tu pena, en tu inmenso dolor.
Nuestras vidas tomaron caminos diferentes, pero seguiremos siempre amigas, en la vida y en la muerte, en nuestra juventud y nuestra vejez.
!Cuanto las amo a las dos, mis queridas amigas!

Los amantes de Teruel.



Manos que no se rozan, serenidad profunda con que un día la muerte vuestro rostro selló.
Dormid, dormid Amantes: vuestros cuerpos circundan la tierra turolense que vida y muerte os dió.
En el blanco sepulcro que Teruel ha labrado con piedra de ilusiones y con cincel de amor,
dormid,dormid Amantes, que un pueblo enamorado hará que en vuestra tumba siempre brote una flor.

Siempre brote una flor . . .

lunes, 15 de febrero de 2010

Nunca mires atrás


Una vez que hayas dado un paso hacia adelante, nunca mires atrás o comiences a lamentarte por lo que has dejado atrás. Simplemente espera el futuro más maravilloso y contémplalo realizarse. Deja lo viejo atrás, está terminado. Agradece las lecciones que has aprendido y las experiencias que has tenido. Te han ayudado a crecer y te han dado un conocimiento más profundo, pero no trates de aferrarte a ellas. Lo que te está esperando es mucho, mucho más prodigioso que lo que has dejado atrás. Cuando das un paso adelante y luego te preguntas si has hecho bien, y te permites dudar y temer, las cosas comienzan abrumarte, y te encuentras agobiado por el peso de tu decisión. De manera que relájate, libérate del pasado y avanza con el corazón colmado de amor y gratitud.

¿Seriamos capaces de un amor tan grande?


La historia de la extraordinaria devoción de una mujer para con su marido. Que el merecía o no tanto amor, o los motivos que lo movieron a obrar como lo hizo, no tiene importancia.Esta historia comienza a principios de 1950, en el pequeño apartamento que el matrimonio Taylor tenia en Waltham (Massachussets). Edith, que llevaba ya 23 anos de casada con Kart, tenia la certeza de ser “la mujer mas afortunada del barrio”. Su corazón todavía saltaba de alegría cuando el entraba en la habitación. En cuanto a Kart, daba toda la impresión de un hombre enamorado de su esposa. Si su trabajo en un almacén de gobierno lo obligaba a salir del pueblo, escribía a Edith todas las noches y le enviaba modestos presentes desde cada lugar que visitaba.En febrero de aquel año, Kart fue enviado a Okinawa para que se hiciera cargo durante varios meses de un nuevo almacén gubernamental. Era mucho tiempo el que estaría ausente, ¡ y tan lejos! Esta vez no llegaban regalos, pero Edith comprendía: Kart estaría guardando el dinero para comprar la casa que desde mucho tiempo atrás soñaba poseer algún DIA.Pasaban lentamente los meses de soledad. Casa vez que Edith esperaba el regreso de Kart, le escribía el que debía permanecer allá “tres semanas mas’, ‘otro mes’, “solamente dos últimos meses’. Ya había transcurrido un año y sus cartas eran menos frecuentes cada vez la falta de regalos era compresible, pero ¿no gastarse unas cuantas monedas en sellos de correo?Luego tras varias semanas de silencio, llego una carta: “Querida Edith: Quisiera que hubiese una manera menos dolorosa de decírtelo, pero nuestro matrimonio ha terminado…”Edith se dirigió al sofá y se dejo caer en el. Kart había obtenido un divorcio por correspondencia y se había casado con Aiko, una criada japonesa de 19 años, asignada a la residencia del personal del almacén. Edith tenia 48.Si estuviera yo inventando este relato, la esposa abandonada objetaría ante los tribunales aquel divorcio ilegal. Edith cobraría odio a su marido y a la rival y se propondría vengarse al ver destrozada su vida. Pero me limito a describir lo que sucedió. Edith no le cobro odio a kart; tal vez, como lo había querido durante tantos años, le era imposible ya dejar de hacerlo.Pudo imaginar la situación: Kart se sentía solitario, estaba en constante proximidad con la japónesita… Pero aun asi, Kart no había tomado el camino mas fácil y menos decente: había preferido divorciarse a aprovecharse de una muchacha humilde. Lo único que Edith juzgaba imposible de creer era que él hubiese dejado de quererla. Algún DIA, de algún modo, Kart volvería a su lado.Edith ordeno su existencia en torno a tal idea. Escribió a Kart y le pidió que no dejara de enviarle noticias suyas. asil, recibió con el tiempo la nueva de que él y Aiko esperaban un niño. Maria nació en 1951 y Helen en 1953. Edith envió regalos para las dos. Seguía escribiendo a Kart y este le contestaba: A Helen le había salido su primer diente, Aiko hablaba ya mejor el ingles, él había disminuido de pesoY entonces llego la terrible noticia. Kart padecía cáncer del pulmón y se moría. Sus ultimas cartas reflejaban un miedo tremendo; no por él mismo, sino por Aiko y las dos niñas. Kart había empezado a ahorrar para enviarlas a una escuela en los Estados Unidos, pero todo se le había ido en las cuentas del hospital. ¿Qué seria de ellas?Edith comprendió que el ultimo presente que podía hacerle a Kart seria el devolverle la paz de espíritu. Le escribió, pues, que si Aiko estaba dispuesta, ella se haría cargo de Maria y de Helen y las criaría en Waltham. Pasaron muchos meses desde la muerte de Kart, y Aiko se resistía a separarse de las niñas, que representaban todo su bien en la vida. Pero, ¿Qué podía ofrecerle ella, salvo la pobreza, la servidumbre y la desesperanza? Y en noviembre de 1956 las envió al lado de “la querida tía Edith”.Bien sabia Edith que a los 54 años le iba a resultar difícil servir de madre a dos criaturas, una de cinco años y la otra de tres. No había pensado en que, durante el tiempo pasado desde que Kart murió, ambas habían olvidado el poco ingles que sabían. Pero las ninas aprendieron rápidamente. Su mirada perdió el temor inicial, sus caritas se redondearon. Y Edith, por primera vez en seis anos, se apresuraba a volver del trabajo a casa. ¡Hasta el preparar las comidas le resultaba de nuevo motivo de alegría!Mas tristes eran los momentos en que llegaban cartas de Aiko. “tía, dígame que hacen, si Helen o Maria lloran o están contentas”. En el ingles rudimentarios de Aiko, Edith adivinaba su soledad. Y comprendió lo que debía hacer: traer allí a la madre.asi lo decidió, pero Aiko era aun ciudadana japonesa y el hacerla venir exigiría una espera de varios anos. En Agosto de 1958 se autorizo la entrada de Aiko Taylor al país.Cuando el avión aterrizaba en el Aeropuerto Internacional de New York, Edith tuvo un momento de pánico. ¿ Y si llegaba a tomar odio a esa mujer que le había arrebatado a su marido? El ultimo pasajero que descendió del avión era una muchacha tan pequeña y delgada que al principio Edith la creyó una niña. allí seguía, aferrada a la baranda, y Edith comprendió que si ella había tenido miedo, Aiko estaba casi aterrorizada. Edith la llamo por su nombre y Aiko bajo los escalones a la carrera y se hecho en sus brazos. Mientras se abrazaban, asalto a Edith un pensamiento extraordinario: “Yo oraba para que Kart volviera. Y ha vuelto al fin, en sus dos hijitas y en esta dulce muchacha a la que el quiso. Ayúdame, Dios mió a quererla yo también”.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Mi querido malecón.


Hoy voy a hablar de algo muy querido para mi, hoy voy a hablar del malecón habanero, de mi querido y siempre recordado malecón.
Cuantas ilusiones, cuantos recuerdos! hemos dejado en sus muros, sentados de frente al mar, ese mar lleno de azules tropicales; el azul del cielo con toques de nubes blancas, el verde azúl del mar con olas rompiendo contra las rocas sin llegar a tocar el muro donde tantos de nosotros hemos pasado una parte de nuestras vidas.
Días de sol y atardeceres llenos de luz, noches llenas de estrellas y frente a nosotros como símbolo de un pasado lejano, un castillo con su faro que guía marinos en la oscuridad y anuncia la entrada a puerto seguro, el Morro de La Habana; junto a él, otro castillo, recuerdo del poderío español en tiempos de la colonia, La Cabaña, fortaleza militar convertida después en cárcel cavada en la roca viva, donde muchos cubanos han sufrido prisión, atroces torturas y un paredón, el paredón de fusilamiento, en el que fusilaban arbitrariamente a los que se atrevían a desafiar el sistema represivo y nefasto que hoy se ensoñorea en mi isla.
Pero hoy no quiero hablar de presos y fusilados, esa será otra historia, hoy quiero hablar de recuerdos de mi niñez y mi juventud, hoy quiero hablar de mi querido malecón.
Me contaba mi madre que antes de que construyeran el muro, siendo muy chica, me llevaba a bañarme en sus pocetas pero de eso no tengo memoria..
Pero si recuerdo como algo muy lejano, a mi padre llevándome de madrugada a respirar aire puro a mi querido muro, allí me acostaba, mi cabeza en sus piernas y me quedaba dormida, después de haber pasado una crisis con mis problemas respiratorios de aquel entonces.
Vienen a mi mente las imagenes de nuestro caminar hacia el antiguo palacio de los deportes a un gran espectáculo circense los días 25 de cada diciembre.
En esos muros, los enamorados se arrullaban, y también jugaban los niños, pescaban unos cuantos y otros compartían su soledad; los marinos paseaban por sus aceras en busca quizás de algún amorío pasajero.
La juventud, fue llegando poco a poco y el malecón habanero se convirtió en paseo obligado cuando no había otra cosa que hacer; ibamos caminando, a veces en compañía de amigas y por supuesto mi madre como la consabida chaperona, en aquella época ninguna muchacha salía sin alguien que la acompañara, no había mucha libertad pero éramos felices así; nos sentabamos en el muro, a mirar cualquier barco que entraba o salía del puerto, esperando tal vez que alguno no obedeciera las órdenes del barquito que llevaba al práctico del puerto y encallara en sus arrecifes, la entrada a la bahía debía hacerla con mucho cuidado procurando no salirse del canal porque si te salías un ápice podía el barco chocar contra las rocas que rodeaban esa entrada.
En el malecón nos sentábamos a platicar, haciendo historias y en espera de algún nuevo enamorado, alguien que se fijara en nosotras y se acercara a conversar.
Recuerdo una tarde en la que se nos acercó un jóven marinero griego, no tenía más de veinte años, balbuceando unas pocas palabras en español, estuvo allí toda la tarde, mirándonos y dirigiéndonos frases que apenas se entendían, cuando oímos el cañonazo de las 9 de la noche nos levantamos para regresar a la casa, nos despedimos pero el nos siguió, y le decía a mi mamá que el quería casarse con señorita cubana y llevarla a su país, eso fue suficiente para que mi mamá levantara banderas de peligro y lo alejara definitivamente.
Días de carnaval, días de fiesta, carrozas, música y alegrías, días de disfraces y de comparsas bailando y llenas de brillantes colores tropicales como mi isla toda.
Mi querido malecón, hoy tus aceras se ven rotas, tus muros, grises y llenos de moho por la falta de atención, pero siempre serás para mi como para millones de habaneros que han paseado por esas aceras y se han sentado en tu muro mirando el mar que nos rodea, la brisa que nos despeina, el azul del cielo y el mar que alegra la vista y el corazón, donde unos han amado y otros han llorado la tristeza de un abandono, donde los niños han jugado y reido, y donde cada habanero ha dejado un pedacito de su corazón, tu siempre serás algo muy especial en nuestras vidas.